Jacob se quedó sin aliento mientras miraba fijamente la pantalla del televisor, con todo el cuerpo inmóvil. El corazón le dio un vuelco y un escalofrío le recorrió la espalda. Allí, en la pantalla, había una noticia de última hora que se desplazaba por la parte inferior, pero fue la foto lo que realmente lo congeló.

La imagen mostraba a una mujer joven con el pelo oscuro y una sonrisa delicada: su rostro era inconfundible. El reconocimiento le asustó como una descarga eléctrica, una repentina e impactante toma de conciencia que le aceleró el pulso. La mujer de la foto no era otra que Lena, la misma persona a la que había recogido hacía apenas unas horas.

A medida que el telediario ofrecía actualizaciones y detalles sobre su desaparición, la mente de Jacob daba vueltas con incredulidad y temor. La gravedad de la situación empezó a calar hondo, dejándole aturdido y abrumado por el horrible giro de los acontecimientos.

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El sol estaba bajo en el cielo, pintando el campo con una luz cálida y dorada mientras Jacob Hartley conducía por la carretera vacía. El suave zumbido del motor llenaba la cabina de un ruido reconfortante. Jacob no tenía prisa; el día se presentaba inusualmente sereno, como si el tiempo se hubiera ralentizado sólo para él.

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Se deleitó en la tranquilidad, disfrutando de la rara oportunidad de disfrutar de la calma y la soledad de la tarde. Jacob era un hombre que encontraba satisfacción en las cosas sencillas de la vida. Mecánico de profesión, disfrutaba con el ritmo constante de su trabajo, pasando los días en la pequeña ciudad de Rosewood, donde el sentimiento de comunidad era fuerte y familiar.

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En Rosewood, todo el mundo se conocía, y Jacob encontró un profundo consuelo en las rutinas predecibles de su vida. Le satisfacía su trabajo reparando coches y disfrutaba de las amenas conversaciones con la gente que se reunía en la cafetería local.

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Para los de fuera, su vida podía parecer sencilla o modesta, pero para Jacob era exactamente lo que quería y necesitaba. Después de una semana especialmente dura, llena de reparaciones complicadas y largas horas pasadas en el taller, Jacob sintió que necesitaba un descanso de su entorno cotidiano.

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Decidió dar un paseo en coche, con la esperanza de que alejarse de su rutina habitual y pasar un rato a solas le ayudaría a despejar la mente y refrescar el espíritu. Mientras conducía por la sinuosa carretera, se fijó en una figura que iba delante, de pie junto a la carretera, con el pulgar extendido, haciendo señas para que le llevaran.

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Un autoestopista. Era bastante inusual ver a alguien parado aquí; este tramo de carretera era remoto y sólo conducía a pueblos pequeños y menos conocidos que la mayoría de la gente solía evitar. La naturaleza aislada de la zona hacía que los viajeros fueran raros, y ver a alguien a un lado de la carretera era un hecho notable.

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La curiosidad de Jacob se despertó de inmediato, redujo la velocidad y miró por el parabrisas para ver mejor a la figura. La autoestopista era una mujer joven, probablemente de unos veinte años. Tenía el pelo largo y oscuro que le caía por la espalda en suaves ondas.

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Su atuendo era sencillo pero característico: un vestido de flores combinado con una cazadora vaquera. Su rostro estaba parcialmente oculto tras un par de gafas de sol de gran tamaño, lo que añadía un aire de misterio a su aspecto. A pesar de su atuendo informal, había algo en su aspecto -un aura de fragilidad y vulnerabilidad- que despertaba los instintos protectores de Jacob.

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Era como si no sólo estuviera esperando que la llevaran, sino que también necesitara ayuda o seguridad, algo que hizo que Jacob sintiera una preocupación inmediata por su bienestar. Se detuvo y se inclinó sobre el asiento del copiloto para bajar la ventanilla. “¿Necesitas que te lleve?

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Ella vaciló un momento, sus ojos escudriñaron el interior del coche como si estuviera sopesando cuidadosamente sus opciones. Tras una breve pausa, asintió con un gesto vacilante y dijo: “Sí, por favor. Quiero llegar a la estación de autobuses de Whistletown”

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Whistletown era un pueblecito casi desconocido situado a unos cincuenta kilómetros de donde ellos estaban. Jacob estaba bastante familiarizado con la zona; era un lugar tranquilo y algo olvidado que el tiempo parecía haber dejado atrás.

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La estación de autobuses de Whistletown era una estructura modesta, apenas un pequeño refugio con un solo banco y un horario descolorido. Sólo daba servicio a un puñado de viajeros que se aventuraban por la zona, proporcionando un servicio mínimo pero necesario para quienes lo necesitaban.

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Jacob asintió comprensivo y se acercó para desbloquear la puerta. “Sube”, le dijo, indicándole que entrara. La invitación iba acompañada de una sonrisa cálida y tranquilizadora, destinada a disipar cualquier duda que pudiera tener sobre si aceptar su oferta. No tenía ni idea de que estaba a punto de encontrarse con una revelación aterradora.

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Mientras ella subía al coche, Jacob sintió una renovada determinación. Estaba decidido a ayudar a aquella joven a llegar sana y salva a su destino. La mujer se acomodó en el asiento, apretando fuertemente contra su pecho una pequeña mochila como si contuviera algo de gran importancia.

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Ofreció a Jacob una sonrisa cortés y algo reservada, pero en su actitud se percibía un trasfondo de nerviosismo que Jacob no supo identificar. Una vez que se hubo acomodado, Jacob puso la marcha y arrancó suavemente hacia la carretera.

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En el interior del coche reinaba un silencio casi tangible, cargado de tensión tácita. Parecía como si ambos estuvieran ensimismados en sus propios pensamientos, y el silencio entre ellos era cada vez más pronunciado.

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Intentando salvar el silencio, Jacob se giró ligeramente en su asiento y dijo: “Soy Jacob”, dirigiéndole una mirada amistosa mientras avanzaba por la sinuosa carretera. “Lena”, respondió ella en voz baja, apenas por encima de un susurro.

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“Encantado de conocerte, Lena”, respondió Jacob, manteniendo su tono cálido y conversacional. “¿Eres de por aquí? Lena negó con la cabeza, con la mirada dirigida hacia la ventana mientras respondía: “Sólo estoy de paso”

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Jacob asintió, comprendiendo que ella no estuviera de humor para mucha conversación. Respetó su aparente deseo de tranquilidad, así que volvió a centrar su atención en la carretera, dejando que la conversación se desvaneciera.

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Volvió el silencio, sólo interrumpido por el zumbido constante de los neumáticos en la carretera y el susurro ocasional del viento que entraba por las ventanillas abiertas. A medida que se acercaban a Whistletown, Jacob no pudo evitar fijarse en que Lena no dejaba de mirar por el retrovisor, como si alguien pudiera estar siguiéndola.

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Jacob prefirió no presionar a Lena con preguntas, aunque su curiosidad seguía carcomiéndole. Había algo intrigante y algo inquietante en su actitud, pero respetó su intimidad y decidió dejarlo estar.

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A medida que avanzaban, el día fue dejando paso a la noche. El sol bajaba más y más, proyectando un resplandor dorado sobre el paisaje antes de sumergirse por fin bajo el horizonte. El cielo se transformó en un profundo y aterciopelado tono púrpura, salpicado de las primeras estrellas parpadeantes de la noche.

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Pronto llegaron a la estación de autobuses, una modesta estructura que parecía aún más desolada bajo el crepúsculo. Jacob acercó el coche a la acera y los faros atravesaron la oscuridad. Apagó el motor y el suave clic de la llave en el contacto rompió el silencio.

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“Ya hemos llegado”, dijo Jacob, con voz firme, mientras miraba a Lena. Ella se volvió hacia él y, con una expresión más suave, le dedicó una sonrisa apretada pero sincera. “Gracias, Jacob. Te lo agradezco mucho”, le dijo con voz llena de auténtica gratitud.

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Sus palabras, aunque sencillas, transmitían una profunda sensación de alivio y agradecimiento. Jacob asintió con la cabeza, observando cómo ella recogía su pequeña mochila y se preparaba para marcharse. El momento le pareció importante, una interacción pequeña pero significativa en la tranquila extensión de la noche.

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“No hay problema”, respondió él, observando cómo ella abría la puerta y salía. La parada parecía oscura, desierta y triste. Jacob se volvió hacia Lena y le preguntó: “¿Estás segura de que vendrá un autobús a estas horas? Esta estación parece abandonada”

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Lena, con un deje de aprensión en la voz, respondió: “Sí, estoy segura. Gracias por su preocupación”, antes de dirigirse rápidamente hacia la estación. Sin decir ni una palabra más, atravesó el aparcamiento en dirección a la estación de autobuses.

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Cuando desapareció entre las sombras, una extraña sensación de inquietud se apoderó de él. Era como si el fugaz encuentro hubiera dejado una huella indeleble en su mente, y las preguntas sin respuesta sobre su situación empezaron a arremolinarse en sus pensamientos.

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La tranquilidad de la noche parecía amplificar su persistente sensación de preocupación, dejándole con una vaga incomodidad de la que no podía deshacerse. Tratando de disipar el malestar persistente, giró la llave en el contacto y se alejó, mientras el recuerdo del encuentro empezaba a desaparecer de sus pensamientos.

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Cuando Jacob llegó a la entrada de su casa y aparcó el coche, el cielo se había teñido de un negro intenso, con las estrellas esparcidas por él como diminutos puntitos brillantes. La tranquila oscuridad de la noche parecía envolverlo todo en una silenciosa quietud.

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Jacob salió del coche y se dirigió a la puerta de su casa, con el aire fresco de la noche rozándole la cara. Una vez dentro, se dirigió al salón, deseoso de relajarse y descansar después del día.

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Se sentó en el cómodo sillón reclinable y una sensación de alivio le invadió mientras se acomodaba. Cogió una cerveza fría de la nevera, la abrió con un siseo satisfactorio y bebió un sorbo largo y refrescante. Con un suspiro de satisfacción, Jacob cogió el mando a distancia y encendió la televisión.

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La pantalla se iluminó con el resplandor familiar, mostrando el surtido habitual de noticias: debates políticos, previsiones meteorológicas y acontecimientos locales. Mientras las noticias de la noche sonaban de fondo, Jacob empezó a relajarse, dejando que su mente se alejara de los acontecimientos del día.

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Sorbía distraídamente su cerveza y sus pensamientos empezaban a divagar cuando, de repente, algo en la pantalla le llamó la atención. La voz del presentador de las noticias se hizo más nítida, cortando el ruido ambiente de la emisión.

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La atención de Jacob se agudizó al darse cuenta de que la historia que se estaba contando no era la típica de titulares mundanos. Se trataba de una noticia de última hora, y la imagen que acompañaba al reportaje captó inmediatamente toda su atención.

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La voz de la reportera era grave. “Las autoridades buscan a Lena Taylor, una famosa actriz desaparecida desde hace 48 horas. Conocida por sus papeles en varias películas de gran éxito, Taylor fue vista por última vez saliendo de un hotel de la ciudad en circunstancias misteriosas. Su familia y amigos están muy preocupados por su seguridad”

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La mente de Jacob se agitó mientras miraba la pantalla, con los ojos desorbitados por la sorpresa y la incredulidad. La cerveza se le resbaló de la mano, cayendo de su agarre y derramándose por el suelo con un ruido sordo. El contenido de la botella se esparció por la alfombra, pero Jacob apenas se dio cuenta.

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Toda su atención se centraba en la televisión, donde se emitía una cara conocida. El nombre “Lena Taylor” parpadeó en la pantalla, acompañado de una serie de titulares urgentes y noticias de última hora. A Jacob le dio un vuelco el corazón al darse cuenta de la gravedad de la situación.

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No hacía mucho que había dejado a Lena Taylor en una desolada estación de autobuses, un lugar aislado que parecía casi olvidado por el tiempo. El hecho de que se tratara de una actriz famosa que ahora aparecía en una noticia importante, dada por desaparecida, le produjo una sacudida de pánico.

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¿Cómo no la había reconocido? La imagen de la pantalla coincidía con la de la joven que había recogido antes, su pelo oscuro y sus rasgos delicados eran inconfundibles. Jacob sintió que se hundía cuando las piezas del rompecabezas empezaron a encajar.

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El encuentro que le había parecido tan ordinario estaba ahora cargado de un significado nuevo y alarmante. El pánico se apoderó de él a medida que asimilaba las implicaciones. Era una persona desaparecida y él había sido el último en verla.

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La realidad golpeó a Jacob con una fría ola de terror. Su mente daba vueltas a posibilidades aterradoras: ¿y si le hubiera pasado algo a Lena después de dejarla? ¿Y si estaba en grave peligro, o algo peor?

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Y ahora, con su nombre en las noticias y su desaparición llamando la atención, ¿y si la policía sospechaba que él estaba implicado en su desaparición? La idea le revolvía el estómago de ansiedad.

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Mientras estos inquietantes pensamientos pasaban por su mente, el timbre de la puerta sonó bruscamente, el agudo sonido cortó la espesa tensión de la habitación. El repentino ruido lo sacó de su espiral de pánico y su corazón latió con fuerza mientras se levantaba lentamente para abrir la puerta.

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Con manos temblorosas, consiguió girar el pomo y abrir la puerta. La urgencia y el miedo en sus ojos reflejaban las tumultuosas emociones que se agitaban en su interior. “¿Sr. Hartley?” La voz al otro lado de la puerta era firme y dominante, con un inconfundible aire de autoridad.

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Jacob abrió la puerta, temblando ligeramente con una mezcla de aprensión y miedo. “Soy el detective Marshall, del Departamento de Policía de Rosewood, tiene que venir con nosotros”

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“Nos ponemos en contacto con usted porque tenemos razones para creer que podría poseer información importante sobre el paradero actual de Lena Taylor” El corazón de Jacob se aceleró incontrolablemente en su pecho mientras luchaba por procesar la gravedad de la situación.

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“Yo… la recogí haciendo autostop”, balbuceó al teléfono, con la voz temblorosa por una mezcla de miedo y urgencia. “La dejé en la estación de autobuses de WhistleTown. No tenía ni idea de quién era hasta que he visto las noticias”

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Hubo un momento de silencio, el detective probablemente absorbiendo la información que Jacob acababa de proporcionar. La pausa pareció interminable, cada segundo se alargaba mientras Jacob esperaba ansiosamente las siguientes palabras.

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“Señor Hartley”, reanudó por fin la voz del detective Marshall, rompiendo el silencio, “vamos a necesitar que venga a comisaría y responda a unas cuantas preguntas más sobre su encuentro con la señorita Taylor” Un escalofrío de miedo recorrió la espina dorsal de Jacob al considerar las extrañas circunstancias. Su mente se llenó de preguntas inquietantes.

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¿Por qué una actriz famosa, alguien cuya vida solía estar bajo constante escrutinio público, elegiría hacer autostop en un pueblo remoto y poco conocido como WhistleTown? Parecía inconcebible que alguien de su alto perfil emprendiera semejante viaje de una manera tan discreta.

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Cuanto más pensaba en ello, más perplejo se quedaba. ¿Por qué iba a ocultar este viaje a todo el mundo: a sus amigos, a sus agentes e incluso a sus admiradores? No tenía sentido que alguien de su posición viajara de incógnito, sobre todo a un lugar tan poco frecuentado.

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La naturaleza extraña e inquietante de la situación no hizo más que aumentar su ansiedad, mientras se preguntaba por las implicaciones de sus misteriosas acciones y las posibles razones de su secretismo. Cogió las llaves con manos temblorosas, sintiendo el metal frío y pesado en su mano.

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La comisaría era austera y poco acogedora, llena de luces fluorescentes que proyectaban un resplandor estéril sobre todo. Las paredes estaban pintadas con colores apagados y monótonos que aumentaban la sensación general de incomodidad. Jacob estaba sentado solo en una pequeña sala de interrogatorios, con los nervios a flor de piel mientras esperaba la llegada del detective.

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La sala era minimalista, con sólo una mesa y unas cuantas sillas duras, lo que aumentaba la sensación de tensión e inquietud. Cuando por fin entró el detective Marshall, era una figura alta e imponente cuya presencia llenó inmediatamente la sala.

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Tenía un porte serio y una actitud seria que hizo que Jacob se sintiera aún más incómodo. Los ojos agudos y observadores del detective escudriñaron la apariencia de Jacob con una intensidad practicada, captando cada detalle, desde la expresión de preocupación en el rostro de Jacob hasta la forma en que se movía inquieto en su asiento.

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La atmósfera de la sala se cargó aún más bajo la mirada escrutadora del detective, aumentando la ansiedad de Jacob mientras se preparaba para responder a las preguntas que se avecinaban. “Señor Hartley”, dijo Marshall mientras tomaba asiento frente a Jacob. “Por favor, describa con detalle todo lo que recuerde sobre su encuentro con Lena Taylor”

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Jacob respiró hondo y empezó a relatar los hechos tan clara y minuciosamente como pudo. Empezó por el momento en que la vio por primera vez de pie a un lado de la carretera, con el pulgar extendido en un gesto de esperanza de que le llevara.

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Describió cómo había reducido la velocidad y se había detenido, cómo ella había dudado antes de aceptar subir y la breve y algo tensa conversación que habían mantenido durante el trayecto. Detalló su viaje juntos y cómo la había dejado en la estación de autobuses de WhistleTown, un lugar tranquilo y algo aislado.

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Jacob se aseguró de no omitir ningún detalle, con la esperanza de que su relato completo y honesto ayudara a demostrar su inocencia y a disipar cualquier sospecha. Lo describió todo con la esperanza de que la transparencia jugara a su favor.

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El detective Marshall escuchaba atentamente, con los ojos fijos y serios, mientras de vez en cuando garabateaba notas en un pequeño cuaderno. La expresión del detective permaneció neutral, sin revelar nada mientras Jacob hablaba. Cuando Jacob terminó por fin su relato, el detective Marshall se reclinó en su silla, con la mirada fija en Jacob, como si tratara de calibrar su sinceridad.

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En la habitación se percibía el peso del escrutinio del detective. “Entonces, ¿no tenía ni idea de quién era en aquel momento? Preguntó Marshall, con un tono cuidadosamente medido, mientras buscaba una aclaración sobre el punto clave de la investigación. “Ninguna”, respondió Jacob, sacudiendo la cabeza con firmeza.

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“No estoy al día de las noticias sobre famosos. Sólo vi a una joven que parecía necesitar que la llevaran” El detective Marshall asintió lentamente, con los dedos tamborileando pensativamente sobre la mesa mientras procesaba la declaración de Jacob.

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“Y durante el trayecto, ¿no mencionó nada de que tuviera problemas ni pidió ayuda específica? ¿Parecía asustada o inquieta de algún modo?” Jacob pensó un momento antes de contestar.

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“Sin duda estaba nerviosa, pero no dijo mucho. Supuse que tenía prisa por llegar a algún sitio y que no quería hablar mucho” Marshall escrutó a Jacob durante un largo e intenso instante, como si sopesara la veracidad de sus palabras.

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Finalmente, el detective se puso en pie, con movimientos deliberados y mesurados. “Vamos a seguir investigando en la estación de autobuses para ver si alguien la ha visto. Mientras tanto, necesito que se quede en la ciudad. Puede que necesitemos volver a contactar contigo”

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Jacob tragó saliva, con la garganta seca, y asintió con la cabeza. “Entiendo Tras un breve período, Jacob pudo salir de la comisaría. Mientras conducía hacia su casa, su mente era un torbellino de confusión y ansiedad.

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A pesar de su claro relato de los hechos, no podía deshacerse de la persistente sensación de que faltaba algo importante, algo que Lena no había compartido con él. El inquietante pensamiento persistía en su mente, haciéndole difícil concentrarse en otra cosa que no fuera la desconcertante sensación de que había más en esta situación de lo que parecía a simple vista.

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Era más de medianoche cuando Jacob regresó por fin a su casa, con el peso de los acontecimientos del día pesando sobre él. Tenía los nervios de punta y sus pensamientos eran un revoltijo de ansiedad y confusión. Las calles de Rosewood, que normalmente bullían con el tranquilo zumbido de la actividad nocturna, estaban ahora envueltas en un inquietante silencio.

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Los sonidos habituales de conversaciones distantes o el paso ocasional de algún coche brillaban por su ausencia, sustituidos por una profunda e inquietante quietud que parecía suspendida en el aire. Cuando llegó a la entrada de su casa y aparcó el coche, la mente de Jacob era un torbellino de pensamientos inquietos.

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Los inquietantes encuentros del día se repetían en su mente como un bucle inquietante. Pensó en cada detalle de su interacción con Lena: la forma en que se había mostrado tan ansiosa y la breve y fragmentada conversación que habían compartido.

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Cada recuerdo parecía amplificar su malestar, haciéndole preguntarse si había pasado por alto algo crucial. Salió del coche y se dirigió lentamente, con movimientos casi mecánicos, hacia la puerta de su casa.

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El entorno familiar de su casa le ofrecía poco consuelo, eclipsado por los angustiosos pensamientos que llenaban su cabeza. La opresiva quietud de la noche exterior parecía reflejar la turbulencia de su interior, dejándole con una agobiante sensación de malestar que le dificultaba deshacerse de la persistente tensión.

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Cuando Jacob echó la mano hacia atrás para cerrar el coche, algo inusual llamó su atención: un pequeño trozo de papel sobre el asiento del copiloto. La visión del papel, fuera de lugar en un vehículo por lo demás vacío, le hizo detenerse. Con el ceño fruncido, se volvió hacia el coche, picado por la curiosidad.

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Abrió la puerta y cogió el papel con cuidado. El papel estaba ligeramente arrugado y sintió un leve crujido al desplegarlo. Lo manipuló con cuidado, como si el acto de desdoblarlo pudiera revelar algo importante o delicado.

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La tenue luz de las farolas proyectaba un suave resplandor que iluminaba el papel lo suficiente para que pudiera distinguir la escritura. El corazón de Jacob se aceleró de anticipación, preguntándose si podría tratarse de una pista o de un detalle olvidado relacionado con Lena o con los acontecimientos del día.

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A Jacob se le cortó la respiración cuando desdobló el papel por completo y se dio cuenta de que era un billete de autobús. Lo miró fijamente, tratando de procesar el significado de lo que estaba viendo. El billete correspondía a un viaje de ida desde WhistleTown a un destino del que nunca había oído hablar: Hornfield.

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La hora de salida eran las nueve de la noche, lo que le asustó especialmente porque era justo una hora después de haber dejado a Lena en la estación de autobuses. El billete parecía palpitar con un significado inquietante en la penumbra del interior del coche.

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De repente se dio cuenta de que si el billete se había caído, ¿cómo habría subido ella al autobús? Eso significaba que se habría quedado allí tirada. ¿Qué podría estar pasándole ahora? La situación podía ser peligrosa. ¿Y si le hubiera pasado algo terrible? Empieza a cundir el pánico.

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Al darse cuenta de que este billete podría ser la clave del paradero de Lena, su sensación de temor y urgencia se intensificó. Jacob sabía que tenía que averiguar más cosas sobre Thornfield y si podía arrojar luz sobre el misterioso viaje de Lena. El pequeño billete, aparentemente insignificante, se le antojaba ahora una pieza crucial del rompecabezas que podría conducirle a las respuestas.

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Había planeado ir a Thornfield con la intención de pasar desapercibida. Pero, ¿por qué había elegido Lena aquel oscuro pueblo? ¿Qué podía haber en Thornfield que la impulsara a viajar allí en secreto? La mente de Jacob daba vueltas a estas preguntas mientras reflexionaba sobre la importancia de Thornfield en los planes de Lena. Cuanto más pensaba en ello, más inquieto se sentía.

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Jacob sabía que tenía que tomar una decisión. Podía llevar el billete de autobús a la policía y entregarlo como prueba, con la esperanza de que lo utilizaran para averiguar el paradero de Lena. Sin embargo, una molesta sensación en el fondo de su mente le sugería que seguir la ruta oficial podría no conducirle a las respuestas que necesitaba.

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Había algo inquietante en toda la situación, una sensación de que algo iba mal y de que los métodos convencionales podrían no descubrir la verdad. Lo extraño de la desaparición de Lena, combinado con la naturaleza misteriosa de Thornfield, hizo que Jacob sintiera que había más en la historia de lo que parecía a simple vista.

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Las piezas del rompecabezas parecían encajar de una manera que no tenía sentido, dejándole con la inquietante sospecha de que algo crucial se estaba pasando por alto. Impulsado por un sentimiento de urgencia y por el deseo de encontrar a Lena antes de que fuera demasiado tarde, Jacob decidió que debía tomar cartas en el asunto y descubrir por su cuenta la verdad que se ocultaba tras Thornfield.

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Jacob no tenía una idea clara de lo que le esperaba, pero un sentimiento inquietante le carcomía. Era imposible ignorar la fuerte sensación de que Lena estaba en serios problemas. El hecho de que hubiera estado huyendo de algo -algo que se había esforzado mucho por ocultar a todo el mundo- aumentaba su creciente preocupación.

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Con el billete de autobús aún apretado en la mano, Jacob regresó a su coche. Respiró hondo, se sentó en el asiento del conductor y giró el contacto. El motor rugió, rompiendo el silencio de la noche.

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Era plenamente consciente de que tenía un largo viaje por delante y muy poco tiempo para reconstruir lo que estaba ocurriendo. Cuando Jacob se puso en marcha, la carretera se extendía ante él, una cinta de oscuridad que serpenteaba a través de la noche.

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El viaje parecía interminable, y cada curva y recodo de la carretera le recordaba el misterio que tenía que desentrañar y el peligro potencial al que se enfrentaba Lena.

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Jacob aparcó el coche a poca distancia y se acercó a la estación con precaución, con todos los sentidos en alerta máxima. El aire estaba cargado del aroma terroso de la tierra húmeda y los pinos, y el silencio sólo se veía interrumpido por el susurro ocasional de las hojas.

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Aunque Lena no aparecía por ninguna parte, Jacob estaba seguro de que tenía que estar cerca; el billete le había conducido hasta allí por alguna razón. Mientras escudriñaba los alrededores, su mirada se posó en un estrecho sendero que se adentraba en el bosque.

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El corazón de Jacob se aceleró de aprensión mientras seguía el sendero, los árboles cerrándose a su alrededor como un túnel oscuro. Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Adónde conducía este sendero? La zona parecía demasiado remota y poco atractiva para que alguien la visitara de buena gana.

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Mientras escudriñaba el bosque, sus ojos vieron de repente unas gafas de sol rotas en el suelo. Cuando se acercó para inspeccionarlas, una oleada de sorpresa le golpeó: eran las de Lena. Las llevaba puestas. ¿Por qué estaban rotas? Una sensación de ansiedad empezó a invadirle.

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¿Por qué había elegido Lena aquel oscuro lugar? ¿Y si le había pasado algo? El sendero se adentraba en el bosque, donde las densas copas de los árboles ocultaban la mayor parte de la luz. Jacob siguió adelante, aunque todos sus instintos le decían que diera media vuelta.

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Había llegado demasiado lejos para abandonar su búsqueda ahora. Al cabo de una eternidad, el camino desembocó en un claro. En el centro había un edificio rodeado de muros y fuertes medidas de seguridad, con las ventanas tapiadas.

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Con el corazón palpitante, se acercó con cautela. A medida que se acercaba, oía voces apagadas e indistintas, pero indudablemente humanas. Se acercó y miró a través de un hueco entre las tablas. Lo que vio en el interior le produjo un escalofrío.

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Jacob entró en el edificio, con los sentidos agudizados. El interior estaba tenuemente iluminado, con viejos cuadros colgados de las paredes y un papel pintado descolorido que contribuía a crear una atmósfera inquietante. El aire estaba cargado de olor a desinfectante y el sonido de voces apagadas resonaba por los pasillos.

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Para su sorpresa, el lugar no era tan precario como parecía desde fuera. De hecho, había enfermeras de un lado para otro, sonidos animados y un olor extraño en el aire. Cerca de la entrada, vio un cartel pequeño y descolorido que decía “Centro de Rehabilitación Nuevos Días”

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La inquietud de Jacob aumentó. ¿Qué podía estar haciendo Lena en un lugar así? Un momento después, apareció un hombre con bata blanca, de aspecto cauteloso. “¿Puedo ayudarle?”, preguntó, mirando a Jacob con desconfianza.

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Jacob vaciló, tratando de encontrar las palabras adecuadas. “Sí”, balbuceó. “Busco a una chica llamada Lena. Creo que podría estar aquí” Los ojos del hombre se entrecerraron. “Este es un centro privado. Si no es un paciente o un familiar, no puedo ayudarle”

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Jacob sintió una oleada de frustración. Estaba seguro de que Lena estaba allí, pero el tono serio del hombre hizo que Jacob se diera cuenta de que tenía que tener cuidado con lo que decía a continuación. “Ella dejó algo en mi coche”, explicó Jacob con calma. “Sólo quería devolvérselo”

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El hombre vaciló, mirando a los lados como si estuviera considerando sus opciones. Tras una breve pausa, hizo un gesto a Jacob para que le siguiera por un largo pasillo. Recorrieron el pasillo y el hombre se detuvo ante una puerta cerrada.

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“Espera aquí”, dijo antes de entrar. El corazón de Jacob latía con fuerza mientras esperaba, preguntándose qué hacía Lena en un lugar así y por qué había sido tan reservada al respecto. Unos minutos más tarde, Lena salió. Parecía distinta: cansada y pálida.

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Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio a Jacob. “¿Jacob? ¿Qué haces aquí?”, preguntó con voz temblorosa. Jacob le tendió el billete de autobús. “Encontré esto y quería asegurarme de que estabas bien”

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Lena cogió el billete con las manos temblorosas. Miró al hombre de la bata blanca, que los observaba atentamente. “Gracias”, susurró. “Pero no debería haber venido” Jacob frunció el ceño, confuso. “Lena, ¿qué está pasando? ¿Por qué estás aquí?”

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Lena bajó la mirada, mordiéndose el labio mientras pensaba qué decir. Finalmente, suspiró y levantó la vista. “Es un centro de rehabilitación”, admitió. “He estado lidiando con algunas cosas… cosas que no quería que nadie supiera. Vine aquí a buscar ayuda tranquilamente”

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Jacob se sorprendió. Nunca imaginó que Lena, con toda su fama, pudiera estar enfrentándose a problemas tan serios. Pero al mirarla, se dio cuenta de que era como cualquier otra persona, enfrentándose a sus propias luchas y desafíos.

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“Lo siento”, dijo Jacob con suavidad. “No quería entrometerme. Sólo quería asegurarme de que estabas a salvo” Lena le dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento. “Te lo agradezco. Pero deberías irte ya, antes de que te vea nadie más. No necesito más atención”

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Jacob asintió, comprensivo. Cuando se dio la vuelta para marcharse, Lena alargó la mano y le tocó el brazo. “Gracias”, le dijo sinceramente. “Por todo” Jacob sonrió y le dio su número. “Si necesitas algo, llámame”

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Ella volvió a darle las gracias y Jacob se marchó, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. El camino a casa fue tranquilo, con Jacob sumido en sus pensamientos. No esperaba encontrarse en esta situación, pero ahora lo único que podía hacer era esperar que Lena encontrara la fuerza para superarlo.

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A medida que pasaba el tiempo, las noticias sobre la desaparición de Lena eran menos comentadas, eclipsadas por el zumbido constante de los paparazzi. Sentado con el mando de la tele en la mano, Jacob pensó en el día de locos que acababa de pasar. Sintió un profundo sentimiento de gratitud y satisfacción, al saber que había seguido su instinto y había ayudado a alguien que lo necesitaba.