Tanner sabía en lo que se estaba metiendo, después de todo navegar por los traicioneros tramos del océano ártico era uno de los trabajos más peligrosos del mundo. Pero ni siquiera ese conocimiento le había preparado para lo que estaba por venir.

Lo que comenzó como una mañana inquietantemente tranquila en el mar se convirtió en una pesadilla en cuestión de momentos cuando una violenta sacudida repentina sacudió el barco rompiendo la calma. Los instintos de Mallory entraron en acción y sus experimentadas manos estabilizaron el timón.

Sin que los tres pescadores lo supieran, el mar les tenía preparada una sorpresa que pondría a prueba todo lo que habían aprendido en sus años de navegación. No sabían que ese día cambiaría la trayectoria de sus vidas para siempre.

Mallory, Tanner y Jacob procedían de la pequeña y agreste ciudad de Frosthaven, un lugar tan al norte que el sol apenas rozaba el horizonte durante los largos meses de invierno. Los tres habían estado pescando juntos desde que tuvieron edad suficiente para sostener una caña.

Advertisement
Advertisement

Unos meses atrás, tras unas copas en la taberna, decidieron montar su propio negocio de pesca, juntando sus ahorros para comprar un barco y el equipo necesario. Era una operación modesta, pero era suya y se sentían orgullosos de ella.

Advertisement

Salían al mar al amanecer y surcaban las gélidas aguas con la esperanza de pescar truchas de las nieves o salmones. Si tenían suerte, podían pescar algún cangrejo, una lucrativa recompensa que hacía que las duras jornadas merecieran la pena.

Advertisement
Advertisement

Era un día como cualquier otro. El mar estaba en calma, el cielo despejado y en el aire se respiraba expectación por la pesca del día. Mallory, con su barba canosa y su piel curtida, mantenía los ojos fijos en el horizonte, siempre atento a los icebergs que flotaban a la deriva por estas aguas heladas como fantasmas.

Advertisement

El viento aullaba a su alrededor, azotándoles la cara con el gélido rocío del mar mientras Jacob y Tanner luchaban con las redes de pesca. Llevaban fuera desde el amanecer, con el frío mordiéndoles los dedos, pero la promesa de una buena captura les mantenía en movimiento.

Advertisement
Advertisement

El Ártico había cambiado en sus vidas, el hielo se derretía más rápido cada año, creando nuevos peligros en un lugar que ya era implacable. El barco se mecía suavemente mientras realizaban sus tareas, un ritmo que conocían desde la infancia.

Advertisement

Era una mañana tranquila, de esas que hacen pensar que el mar está en calma, que nada puede ir mal. Hasta que, de repente, una brusca sacudida sacudió el barco. Jacob fue el primero en notar el cambio, un súbito temblor que recorrió la embarcación como una descarga eléctrica.

Advertisement
Advertisement

Tanner, ocupado con los cabos, maldijo en voz baja, tropezando cuando el barco se tambaleó hacia un lado. Mallory levantó la cabeza y entrecerró los ojos al ver las aguas. “¡Calma, muchachos!” La voz de Mallory cortó la tensión creciente, una roca de autoridad en el caos.

Advertisement

Durante lo que pareció una eternidad, Mallory luchó contra los elementos, con los nudillos blancos mientras mantenía el timón firme contra las olas. El barco se inclinó peligrosamente hacia un lado y luego, con un último y desesperado giro, Mallory consiguió liberarlos del caos.

Advertisement
Advertisement

Mallory exhaló un largo y tembloroso suspiro, mientras Jacob y Tanner, ambos pálidos y con los ojos muy abiertos, se levantaban lentamente de donde se habían apoyado contra los violentos movimientos de la embarcación. Los tres hombres intercambiaron miradas, la pregunta tácita flotando en el aire: ¿Qué acababa de ocurrir?

Advertisement

Se movieron al unísono y salieron a cubierta para evaluar la situación. Sin embargo, el espectáculo que vieron les heló la sangre. Ante ellos se alzaba un iceberg colosal, de un tamaño casi incomprensible.

Advertisement
Advertisement

Se alzaba sobre el agua, una enorme pared de hielo que parecía extenderse sin fin en todas direcciones. El iceberg era fácilmente tan grande como el propio Frosthaven. Su tamaño hizo que los tres hombres dieran gracias al cielo por estar sanos y salvos.

Advertisement

Mientras contemplaban asombrados el iceberg, algo llamó la atención de Jacob. En el borde más alejado del hielo, justo donde empezaba a descender hacia el agua, algo se movía. Entrecerró los ojos y se le cortó la respiración al intentar distinguir la forma.

Advertisement
Advertisement

Tanner ajustó los prismáticos y su pulso se aceleró al enfocar la figura distante. La figura era pequeña, se movía lentamente por el hielo, apenas visible contra el blanco cegador del iceberg. Su mente se llenó de posibilidades: ¿se trataba de una foca?

Advertisement

Con una fuerte inspiración, bajó los prismáticos y se volvió hacia los demás, con la voz teñida de incredulidad. “Es un cachorro de oso polar… varado en el hielo” Los tres hombres permanecieron en un silencio atónito, con los ojos fijos en la forma diminuta y temblorosa del cachorro de oso polar.

Advertisement
Advertisement

La visión del indefenso animal, tan pequeño y frágil contra la vasta extensión de hielo, despertó algo en ellos: un impulso de ayudar, de salvar esta vida inocente de un destino cruel. “No podemos dejarlo ahí”, dijo Jacob, con la voz cargada de emoción.

Advertisement

Los demás asintieron, y la decisión se tomó sin mediar palabra. Rescatarían al cachorro, sin importar el riesgo. Mallory, siempre cautelosa, volvió a tomar el timón y dirigió cuidadosamente el bote hacia el iceberg.

Advertisement
Advertisement

Mientras navegaban por el laberinto helado, sus ojos no se apartaban de la pequeña figura sobre el hielo. Cuando se acercaron, la magnitud del iceberg se hizo aún más sobrecogedora. Sus imponentes paredes de hielo se extendían muy por encima de la cubierta del barco.

Advertisement

El cachorro estaba encaramado a un saliente y su pequeño cuerpo temblaba de miedo. La distancia entre el hielo y el barco era demasiado grande y peligrosa para que el cachorro intentara saltar. La realidad de la situación les golpeó como un puñetazo en las tripas. ¿Cómo iban a alcanzarlo?

Advertisement
Advertisement

“Esto no va a ser fácil”, murmuró Mallory. El ceño de Jacob se frunció con preocupación mientras estudiaba el iceberg. “No podemos dejarlo así como así”, dijo Tanner, la determinación endureciéndose en su voz. Miró alrededor del barco, su mente trabajando rápidamente. “Tendremos que trepar hasta él”

Advertisement

Mallory y Jacob intercambiaron miradas preocupadas. “Eso es una locura, Tanner”, dijo Mallory, su voz mezclada con preocupación. “Esas paredes de hielo son inestables. Un movimiento en falso y acabarás en el agua, o peor” Jacob asintió con la cabeza, con expresión tensa.

Advertisement
Advertisement

Pero Tanner ya se estaba moviendo, recogiendo los aparejos de pesca y las cuerdas, con el rostro resuelto. Sus manos se movían con determinación cuando empezó a fabricar un piolet improvisado, atando las cuerdas a un par de robustos anzuelos de pesca.

Advertisement

Con eso, Tanner pisó el hielo, probando su peso antes de comprometerse con la escalada. Los demás observaron, con el corazón en un puño, cómo ascendía lentamente por la pared helada, clavando los ganchos improvisados en la superficie con cada tirón.

Advertisement
Advertisement

El viaje era traicionero, el hielo resbaladizo e impredecible, pero Tanner avanzaba con una determinación firme, impulsado por la necesidad desesperada de alcanzar al cachorro. Por fin, después de lo que pareció una eternidad, Tanner llegó al borde del iceberg.

Advertisement

Miró al pequeño osezno polar. La pequeña criatura estaba acurrucada contra el hielo, con el pelaje empapado y enmarañado y los ojos muy abiertos por el miedo y el cansancio. Era más pequeño de lo que Tanner había imaginado y temblaba incontrolablemente en el aire helado.

Advertisement
Advertisement

“Hola, pequeño”, murmuró Tanner, con voz baja y reconfortante. El cachorro lo miró con ojos asustados, pero había un destello de confianza en su mirada. Con cuidado, Tanner abrió la cremallera de su chaqueta, creando un capullo cálido y protector para el cachorro.

Advertisement

Con un movimiento cuidadoso, levantó el pequeño y tembloroso cuerpo y lo metió dentro de su abrigo, sintiendo los rápidos latidos de su corazón contra su pecho. El cachorro se acurrucó contra él, buscando calor, y Tanner pudo sentir cómo sus escalofríos disminuían lentamente.

Advertisement
Advertisement

Justo en el momento en que Tanner aseguraba al cachorro, una fuerte ráfaga de viento azotó el iceberg, picándole la cara con bolitas de hielo. Levantó la vista y se le encogió el corazón al ver que unas nubes oscuras se acercaban rápidamente, tapando el sol.

Advertisement

Se estaba gestando una tormenta de nieve, y el mar estalló de repente en un frenesí de viento aullante y remolinos de nieve. La tormenta golpeó con una ferocidad que Tanner no había previsto. En cuestión de segundos, el mundo a su alrededor desapareció, consumido por una furia blanca y cegadora.

Advertisement
Advertisement

Una oleada de miedo se apoderó de Tanner cuando pensó: ¿y si la madre del cachorro estaba cerca, oculta en la nieve cegadora? Podría atravesar la tormenta en cualquier momento, pensando que él estaba haciendo daño al cachorro. La idea le produjo un escalofrío.

Advertisement

Por un momento, Tanner consideró abandonar al cachorro, dejarlo atrás para salvarse del peligro desconocido. Pero la forma pequeña y temblorosa del cachorro que se aferraba a su pecho renovó su determinación. No podía abandonar a la indefensa criatura, no en esta tormenta.

Advertisement
Advertisement

El viento rugía en sus oídos y le azotaba desde todas las direcciones, impidiéndole ver más allá de unos pocos metros. Se aferró a la escarpada roca de la cornisa, empleando todas sus fuerzas para no ser arrastrado.

Advertisement

Tanner entrecerró los ojos a través de la ventisca tratando de localizar el barco. Pero la nieve era tan espesa, tan implacable, que se lo había tragado todo a su paso, incluida su única vía de escape. El tiempo parecía interminable mientras Tanner permanecía agazapado en el saliente helado, con la tormenta arreciando a su alrededor.

Advertisement
Advertisement

Finalmente, después de una eternidad, la tormenta empezó a amainar. El viento disminuyó, la nieve cesó su implacable asalto. Tanner, tembloroso y agotado, se atrevió a mirar hacia arriba, rezando para que el barco emergiera de la tormenta que se disipaba.

Advertisement

Pero cuando se asentaron los últimos restos de nieve, el paisaje que le rodeaba cobró nitidez y a Tanner se le encogió el corazón. El barco había desaparecido. El lugar donde había estado era ahora una extensión de agua helada, agitada por las secuelas de la tormenta.

Advertisement
Advertisement

Los ojos de Tanner escudriñaron el horizonte desesperadamente, buscando alguna señal de sus amigos, pero no había nada. La realidad le golpeó como un martillo: estaba solo, varado en un enorme iceberg con nada más que un pequeño osezno polar y el implacable desierto ártico.

Advertisement

Tanner se sintió paralizado por el peso de su situación. El frío se colaba a través de su ropa, helándole hasta los huesos, pero era el miedo por su vida lo que realmente le paralizaba. Su mente se agitaba, buscando un plan que pudiera sacarle de esta pesadilla.

Advertisement
Advertisement

Pero lo único en lo que podía pensar era en la vasta y vacía extensión de hielo que se extendía en todas direcciones, y en el barco -su único salvavidas- desaparecido sin dejar rastro. El pequeño cachorro se apretó más contra él, su calor era un pequeño consuelo contra el miedo abrumador.

Advertisement

Tanner cerró los ojos y se obligó a respirar lenta y profundamente. No podía dejarse llevar por el pánico, no ahora. Su mente empezó a despejarse y un único pensamiento pasó a primer plano: ¡tenía que encontrar el barco!

Advertisement
Advertisement

Era su única oportunidad de sobrevivir. Si se había alejado en la tormenta, tal vez -sólo tal vez- todavía estaba cerca, escondido en algún lugar a lo largo del borde del iceberg. Con renovada determinación, Tanner ajustó su agarre sobre el cachorro y comenzó a moverse.

Advertisement

Caminó a lo largo del borde del iceberg, oteando el horizonte con ojos desesperados, esperando contra toda esperanza que el barco reapareciera, que viera a Mallory y Jacob saludándole desde la distancia. Pero las horas pasaban y el paisaje permanecía inmutable.

Advertisement
Advertisement

El barco no aparecía por ninguna parte. Las piernas le pesaban, cada paso se hacía más duro que el anterior a medida que el frío agotaba sus fuerzas. El sol se acercaba al horizonte y proyectaba largas sombras sobre el hielo.

Advertisement

A cada minuto que pasaba, la esperanza de Tanner empezaba a desvanecerse. El barco había desaparecido, no había rastro de él ni de sus amigos. Al darse cuenta de ello, Tanner ralentizó sus pasos hasta que finalmente se detuvo y contempló el páramo helado.

Advertisement
Advertisement

Estaba solo, realmente solo, en uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra. Pero justo cuando la desesperación amenazaba con apoderarse de él, Tanner notó algo: una forma tenue y antinatural contra la blancura. Entrecerrando los ojos, pudo distinguir una estructura cuadrada en la distancia.

Advertisement

El corazón de Tanner latía con fuerza cuando fijó la vista en la estructura distante, un destello de esperanza que se abría paso a través del frío entumecimiento que se había apoderado de él. Cada paso era un esfuerzo, pero la visión del edificio lo impulsaba hacia delante.

Advertisement
Advertisement

Cuando por fin llegó a la estructura, Tanner se detuvo y contempló lo que tenía delante. Era una vieja estación meteorológica, o lo que quedaba de ella. Estaba semienterrada en la nieve, con las paredes manchadas de óxido y desgastadas por años de exposición a los elementos.

Advertisement

Tanner vaciló un momento, el inquietante silencio le apremiaba mientras pensaba en lo que podría haber dentro. Pero el sol se ocultaba rápidamente y necesitaba un refugio para sobrevivir a la dura noche ártica. Respiró hondo, empujó la puerta y entró.

Advertisement
Advertisement

En el interior de la estación meteorológica, el aire estaba cargado de olor a óxido y podredumbre. La tenue luz que se filtraba por las ventanas cubiertas de escarcha revelaba un espacio olvidado desde hacía mucho tiempo. Maquinaria vieja y oxidada se alineaba en las paredes, con superficies antaño relucientes y ahora apagadas por años de abandono.

Advertisement

Tanner se quedó sin aliento al contemplar la escena. Aquel lugar era una tumba, pero también su única oportunidad de sobrevivir a la noche. El frío le roía los huesos, y Tanner sabía que tenía que encontrar algo para mantenerse a sí mismo y al cachorro calientes.

Advertisement
Advertisement

Sus ojos se posaron en una pila de lonas viejas en la esquina, rígidas por el frío pero todavía útiles. Envolviéndose a sí mismo y al cachorro con la lona, Tanner sintió un poco de calor, aunque ni de lejos era suficiente para protegerse por completo del frío cortante.

Advertisement

Los párpados se le cayeron mientras se acurrucaba contra la pared, con el sonido de su propio corazón retumbando en sus oídos. Los acontecimientos del día lo habían agotado y ahora, en la relativa seguridad de la estación meteorológica, sentía que el cansancio se le venía encima como una ola.

Advertisement
Advertisement

Justo cuando empezaba a sumirse en un inquieto medio sueño, algo llamó su atención: un sonido débil, casi imperceptible, que parecía fuera de lugar en la silenciosa habitación. Al principio, Tanner lo descartó como el viento, o tal vez su mente cansada jugándole una mala pasada.

Advertisement

Pero a medida que pasaban los segundos, el sonido persistía: una estática baja y constante, como el débil zumbido de una vieja radio que se esfuerza por captar una señal. El corazón de Tanner comenzó a acelerarse, su pulso se aceleró mientras se esforzaba por escuchar. ¿Se lo estaba imaginando?

Advertisement
Advertisement

Después de todo, no había nadie más que él y el cachorro. Pero la estática se hizo más fuerte, cortando el silencio con una persistencia espeluznante que le puso los nervios de punta. Tanner se incorporó, con el cuerpo tenso por la esperanza y el miedo.

Advertisement

Tal vez encuentre aquí una radio que funcione. Los ojos de Tanner recorrieron la habitación en busca de algo que pudiera estar causando el sonido. Y entonces lo vio: una puerta al fondo de la habitación, parcialmente oculta por las sombras.

Advertisement
Advertisement

Tanner vaciló un momento en el umbral, con la mano apoyada en el picaporte, mientras la estática se hacía más fuerte. Respiró hondo y se armó de valor antes de abrir la puerta. Para su sorpresa, descubrió una estrecha escalera que descendía en la oscuridad.

Advertisement

Con cuidado, Tanner empezó a bajar las escaleras, cada escalón crujiendo bajo sus pies. El corazón le latía en el pecho a cada paso. Pero la idea de una radio que funcionara, una línea de vida con el mundo exterior, le empujó hacia delante.

Advertisement
Advertisement

La estática se hizo más fuerte a medida que descendía y Tanner se dio cuenta de que procedía directamente de debajo de él. La escalera desembocaba en un sótano pequeño y poco iluminado, con paredes revestidas de equipos viejos y oxidados y estanterías repletas de suministros olvidados.

Advertisement

Y entonces, en la penumbra del sótano, Tanner lo vio: un hombre demacrado y desaliñado, de pie junto a un aparato de radio maltrecho. Sus ropas estaban sucias, desgastadas por el uso, y tenía la cara cubierta por una barba espesa y rebelde.

Advertisement
Advertisement

Tenía los ojos muy abiertos por la sorpresa y la piel pálida y demacrada, como si no hubiera visto la luz del sol en años. Por un momento, los dos se miraron fijamente, sin ser capaces de asimilar la realidad de la situación.

Advertisement

El silencio se prolongó, sólo roto por el crepitar de la estática de la radio, hasta que, finalmente, la expresión del hombre se derrumbó. Su rostro se retorció en una mezcla de alegría y tristeza, y cayó de rodillas, con lágrimas cayendo por sus mejillas sucias.

Advertisement
Advertisement

“Oh, gracias a Dios”, ahogó el hombre entre sollozos, con la voz ronca y quebrada. “Creí que no volvería a ver a nadie” Miró a Tanner con una mezcla de sorpresa y gratitud. “He estado solo aquí durante tanto tiempo… Pensé que me estaba volviendo loco”

Advertisement

Tanner dio un cauteloso paso adelante, aún procesando el shock de encontrar a otra persona en este desolado lugar. “Soy Tanner”, dijo finalmente, con voz temblorosa pero amable. Dudó y luego añadió: “¿Quién es usted? ¿Qué ha pasado aquí?”

Advertisement
Advertisement

El hombre respiró hondo y tembloroso. “Soy Iqaluk”, dijo. “Soy inuit, de un pueblo del norte. Vine aquí con tres científicos en una expedición. Necesitaban a alguien que supiera sobrevivir en estas condiciones y me contrataron como ayudante”

Advertisement

Tanner escuchó atentamente mientras Iqaluk continuaba: “Se suponía que volveríamos a casa al cabo de un año, pero el barco nunca llegó. Al principio, pensamos que sólo se había retrasado. Pero los días se convirtieron en semanas, y luego en meses. Los científicos no estaban preparados para lo que vino después”

Advertisement
Advertisement

“Nuestras raciones y suministros médicos empezaron a escasear y pronto sucumbieron a las enfermedades y a las inclemencias del tiempo” Iqaluk se secó las lágrimas. “Llevo aquí casi un año. Viviendo de lo que encontraba, rebuscando entre lo que quedaba”

Advertisement

“Todos los días he intentado hacer funcionar esta radio, esperando que alguien me encontrara. Pero no soy científico. Había perdido toda esperanza de ver a otra persona en esta vida” Iqaluk dijo a Tanner, su voz apenas por encima de un susurro.

Advertisement
Advertisement

Iqaluk, sé que has estado intentando hacer funcionar esta radio, y yo no soy un experto, pero creo que puedo intentarlo. Tal vez… tal vez pueda comunicarme con mis amigos, o al menos enviar una señal”

Advertisement

Iqaluk asintió, con la esperanza reavivada por la determinación de Tanner. Las manos de Tanner temblaban ligeramente cuando empezó a ajustar los diales, la estática crepitaba y siseaba mientras jugueteaba con los controles, intentando encontrar la frecuencia adecuada. Al principio, sólo era ruido.

Advertisement
Advertisement

Pero siguió intentando establecer contacto con la radio del barco, negándose a rendirse. Y entonces, un destello de algo: una débil señal, una voz que se colaba entre la estática. La respiración de Tanner se entrecortó en su garganta mientras afinaba la frecuencia, con el pulso acelerado por la esperanza.

Advertisement

“Aquí Tanner”, dijo, con voz temblorosa pero clara. “Mallory, Jacob, si podéis oírme, estoy en una vieja estación meteorológica. Tengo a alguien aquí conmigo. Estamos enviando un SOS. Por favor… por favor respondan”

Advertisement
Advertisement

Hubo un momento de silencio agonizante, y luego, a través de la estática crepitante, Tanner oyó una voz: la voz de Mallory. “¡Tanner! Gracias a Dios. Te hemos estado buscando todo el día. Aguanta, vendremos a rescatarte cuando amanezca”

Advertisement

El alivio inundó a Tanner como una ola, sus rodillas casi se doblaron mientras dejaba escapar un aliento que no sabía que estaba conteniendo. Los ojos de Iqaluk volvieron a llenarse de lágrimas, pero esta vez eran lágrimas de alegría, de alivio abrumador. Lo habían conseguido. Iban a ser rescatados

Advertisement
Advertisement

Los dos hombres pasaron la noche acurrucados en el sótano, con el osezno polar acurrucado entre ellos para darse calor. Hablaron en voz baja, compartiendo historias, sus palabras un consuelo contra el frío que se filtraba a través de las paredes.

Advertisement

Cuando por fin amaneció, una pálida luz se extendió por el hielo, proyectando largas sombras sobre el paisaje helado. Tanner e Iqaluk se prepararon para abandonar la estación meteorológica, con el cachorro de oso polar aún acurrucado en la chaqueta de Tanner.

Advertisement
Advertisement

Al llegar al borde, los vieron: Mallory y Jacob, de pie con el equipo de rescate en sus botes. Mallory fue el primero en verlos y levantó el brazo en un gesto triunfal. “¡Tanner!”, gritó, su voz atravesando el hielo.

Advertisement

El corazón de Tanner se hinchó al ver la alegría en las caras de sus amigos, su alivio reflejaba el suyo. Cuando llegaron a los botes, Mallory abrazó fuertemente a Tanner, con la voz llena de emoción. “Estábamos tan preocupados”, murmuró, con los ojos vidriosos por las lágrimas no derramadas.

Advertisement
Advertisement

Mientras los botes se alejaban, dejando atrás el iceberg, Tanner miró atrás por última vez, con los recuerdos de su terrible experiencia aún frescos en su mente. Miró a Iqaluk, que contemplaba el horizonte con expresión pacífica.

Advertisement